lunes, 11 de enero de 2010

Pasajes a Melipeuco y pedaleo a Conguillío

Hacen bastantes meses que teníamos en mente salir con Jaime al sector cordillerano de la zona en que residimos. Lamentablemente las vacaciones de ambos no coincidieron este año, por lo cual lo único que podíamos hacer era realizar un viaje relámpago de un fin de semana. Nos pusimos de acuerdo y el sábado 9 de enero ya estábamos antes de las 8 AM en el Terminal de Buses Rurales de Temuco. No nos querían subir las bicicletas, pese a que teníamos pasajes comprados hasta la localidad de Melipeuco. La excusa era que ya estaban los maleteros repletos, pero de tanto insistir y perseguir al auxiliar del bus, nos abrió un portamaletas en el que perfectamente cupieron las dos bicis, a las que desmontamos la rueda delantera y el sillín. Los auxiliares de los buses rurales se dan importancia excesiva y tramitan de más a pasajeros no frecuentes. El costo del pasaje fue de $ 1.500 por persona, más $ 2.000 por sobreequipaje (por cada bici).

La hora de salida del bus era a las 8 AM, pero íbamos saliendo lentamente del terminal recién a las 8:15. El viaje fue más largo de lo previsto, ya que el bus salió en varias oportunidades de la ruta asfaltada, para introducirse a caminos de ripio y dejar pasajeros en pequeños villorios o simplemente cerca de sus casas en pleno campo. Llegamos a Melipeuco a las 11:20 horas. Allí armamos nuestras bicis, compramos pan fresco y una botella de agua mineral, para luego comenzar nuestro pedaleo hacia el fin de la localidad y adentrarnos en el camino ripiado hacia el Parque Nacional Conguillío. Estábamos saliendo de la localidad cuando sonó la sirena del Cuerpo de Bomberos, que anunciaba las 12 del día.

Reparando un pinchazo rueda delantera

Unos dos kilómetros antes de llegar al letrero que anuncia la entrada al Parque Nacional, desde un costado de la ruta, un hombre nos ofrece disfrutar de un jugo natural de frambuesa o frutilla. Yo me detengo e invito a Jaime a refrescarse. El hombre (don Pedro) resultó ser un ex soldado conscripto del Regimiento Tucapel de Temuco (como Jaime y yo), quien entró a hacer su servicio militar cuando nosotros estábamos saliendo licenciados (año 1986). Fue un buen momento para recordar apodos de los suboficiales y oficiales de aquella época. Don Pedro nos sugirió que entráramos al Parque por el Sendero de Chile, no por el camino. Le hicimos caso y vimos el espectacular paisaje de la quebrada del río Truful Truful, con los vestigios de las inmumerables erupciones del volcán Llaima, de quizás cuántos milenios atrás. En un solitario mesón cubierto, especial para descansar y comer, nos preparamos unos potes de tallarines, que están listos en sólo 5 minutos. Fue bien reponedor.

Acceso al Parque Nacional Conguillío

Quebrada del río Truful-Truful

Mi firme y pesada bicicleta, con doble suspensión, más mi antigua mochila con armazón de aluminio, y el poco entrenamiento de estos últimos meses, conspiraron para que el viaje de una larga ascención al Parque fuera una larga tortura para mis piernas. Llegamos a las cercanías de la Laguna Verde aproximadamente a las 19:10 horas. Los dos amigos ciclistas lo único que querían era armar el campamento, por lo que tras recorrer una primera huella de vehículos motorizados y descubrir que no llegaba a ningún lado, nos internamos rumbo al Norte entre dunas de escoria volcánica. No llegábamos nunca a la ansiada Laguna Verde, por lo que decidimos quedarnos en un lugar protegido de la vista. Después de instalar la carpa y dejar amarradas las bicis, salimos en búsqueda de la famosa laguna. Para no perder el lugar en donde había quedado nuestro campamento, tomamos como referencia un gran ñirre (típico árbol cordillerano) que se alineaba justo con un pino y la carpa, en dirección SSE. Continuamos nuestra caminata por entre dunas de escoria y pequeñas quebradas dejadas por el curso de aguas que corren por el sector en tiempo de abundancia de lluvias o de deshielo, hasta que por fin avistamos la laguna, que es verdaderamente VERDE... Luego de recorrer el lugar y fotografiar, decidimos regresar. Estaba el crepúsculo en su esplendor y no pudimos hallar el famoso ñirre. Todo el paisaje se confundía en un solo color oscuro, hasta que Jaime divisa la carpa y descubre que en las cercanías hay agua que corre cristalina por encima de guijarros. Hasta la vistosa carpa se confundía con el paisaje, con la llegada de la penumbra... Fue un alivio ver nuestras pertenencias. Calentamos agua, nos preparamos una leche y disfrutamos de un par de sandwichs con dulce de membrillo. Pasadas las 10 PM ya estábamos dentro de nuestros sacos de dormir. Jaime no aguantó más de cinco minutos y comenzó a roncar, seña inequívoca de su dormir.

Feliz encuentro de nuestro campamento

La madrugada del día domingo fue fría, me puse un gorro de lana. Sentí a Jaime levantarse y salir de la carpa; yo seguí mi sueño reparador. Me levanté alrededor de las 9:45; Jaime lo había hecho como a las ocho. Salí de la carpa y mi amigo me sorprende tomándome una foto. Me aseo en la corriente de agua y disfruto de la frescura reponedora, que me despierta completamente.

Aseo matutino (nótese el color del brazo izquierdo)

No tomamos desayuno, si no que nos fuimos de exploración. El paisaje cordillerano allí es espectacular, especialmente por el volcán Llaima, al que no cubría nube alguna y brillaba con el Sol que alumbraba desde el Este.

El Llaima, por la mañana

Un pozón, extensión Sur de la Laguna Verde

Al regreso comimos un par de sandwichs de jurel y nos hidratamos con Zuko Go!. Desarmamos el campamento y partimos de aquel bello lugar a las 2 PM. Necesitábamos regresar a Melipeuco para poder viajar de regreso hasta Temuco esa misma tarde, pues Jaime debía trabajar el lunes. En la caseta del guardaparque nos despedimos de él y continuamos hasta el sitio en donde vive don Pedro. Pasamos a tomar otro jugo y nos ofreció un excelente mote con huesillos, que nos alimentó y refrescó. Realmente la hora, con el Sol en su esplendor, no era la mejor para andar en bicicleta, pero teníamos que hacerlo para alcanzar el bus.

Incio del regreso a Melipeuco

En la caseta del guardaparque

Llegamos al cruce con el camino que conduce a la fronteriza Icalma a las 16:15 horas, y a la entrada de Melipeuco diez minutos más tarde.

Llegando a Melipeuco

Con las indicaciones recibidas de parte de don Pedro buscamos el lugar desde donde salía el bus hacia Temuco. Lo ubicamos pero no había bus. Pregunté a unos niños, quienes me dieron otra dirección. En el lugar indicado había un bus, pero salía el día siguiente... Por otra calle pasa un bus de la empresa que nos transportó hasta allí el día anterior, Jaime lo persigue en bici, pero no llegó hasta el lugar desde el cual inicia su recorrido por el pueblo. Decidimos descansar a la sombra de los árboles de la plaza, frente a la Avenida Pedro Aguirre Cerda. A las 17:30 horas llega el bus hasta un paradero. Me acerco al auxiliar del bus y le digo que somos dos pasajeros que ne necesitamos llevar nuestras bicicletas. Me responde cortante que no tiene espacio para transportarlas, se sube al bus y éste inicia su marcha. Más allá Jaime lo hace parar, se detiene, se baja el auxiliar y abre el gran maletero trasero ¡completamente desocupado!... Le comento al auxiliar que él me había dicho que no había espacio, pero responde con silencio. Cargamos nuestras bicicletas y mochilas, subimos al bus y nos acomodamos en los asientos, el bus está casi vacío... Mala onda la de los auxiliares de los buses rurales, al menos de esa empresa que hace aquel servicio. Pagamos nuestros pasajes y el sobreequipaje. Llegamos a la comuna de Padre Las Casas a las 19:30 horas, nos despedimos frente a mi casa y Jaime prosiguió su regreso hasta su casa en el sector Santa Elena de Maipo. Desarmar mochila y otros menesteres propios del regreso al hogar ocuparon mi tiempo el resto de la tarde. ¡Misión cumplida!