lunes, 24 de enero de 2011

De Curacautín a Temuco, 100 kilómetros por la antigua faja ferroviaria



Hace mucho tiempo tenía el gran deseo de hacer una visita y un recorrido en bicicleta por algún sector del ya desaparecido ramal ferroviario que nacía en la estación de Pua (12 kilómetros al Sur de Victoria) y culminaba en la estación Lonquimay (se puede encontrar abundante información en la página Web "Amigos del Tren"). Mi padre fue maquinista de locomotoras a vapor, hacia principios de los años 1970, trabajando una temporada en el tren que salía desde Victoria y que iba hacia aquella cordillerana estación. La absoluta desaparición del ramal ferroviario y el fallecimiento de mi padre, ya hace un par de años, me han causado nostalgia por el pasado y una necesidad de visitar y fotografiar aquellos lugares por los que mi padre transitó abordo de su locomotora.
Ya casi han transcurrido unos dos meses, desde que un nombre vino a mi mente: Rariruca. Recordaba ese nombre como una de las estaciones del aquel viejo ramal. Me puse a buscar información en la Internet, pero casi no había, a excepción de un grupo "Amigos de Rari-Ruca", en Facebook. Así es como pude conocer a una educadora de párvulos que reside en aquella localidad (Teresa), quien me invitó a ir a conocer el pequeño pueblo. Luego de un intercambio de mensajes resultó que la anciana madre de aquella cordial mujer (ex pequeña comerciante del pueblo) conoció a mi padre cuando él trabajaba en el ramal, debido a que, como muchos pobladores lo hacían, ella había hecho una relación de amistad con el personal de las locomotoras, quienes gratuitamente transportaban "encargos" desde localidades más grandes, como la ciudad de Victoria.


Este hallazgo en la Web fortaleció mi deseo de realizar un viaje hacia aquella zona, el que programé para la fecha de mis vacaciones veraniegas. Para no hacer este largo trayecto solitario, invité a mi sobrino y a mi amigo Jaime. El jueves 20 de enero me reuní con ellos en el terminal de buses de la empresa Bio Bio, en Temuco. Subimos nuestras bicicletas y demás equipaje y a las ocho de la mañana emprendimos el viaje hacia la localidad precordillerana de Curacautín. A las 10 AM estábamos ingresando a la ciudad y, luego de unas pequeñas compras en un supermercado, a las 11 AM salíamos rumbo a Rariruca, regresando por un tramo de la ruta asfaltada que une Curacautín con Victoria. Tardamos dos horas en llegar a Rariruca, debido a lo dificultoso del camino ripiado, un trazado que asciende fuertemente por los cerros. La mayor parte debimos caminar, a pleno Sol, con nuestras bicicletas y nuestras cargas. Finalmente llegamos a Rariruca, accediendo por un extremo del inmenso patio de maniobras de la ex estación del ferrocarril. Fotografiamos abundantemente el entorno del lugar, tras lo cual ubicamos el domicilio de Teresa pero ella no estaba allí, por que había salido hacia la localidad de Perquenco, con motivo de la festividad religiosa de San Sebastián. Decidí que nos quedáramos en la localidad; nos preparamos unos alimentos, ubicándonos entre los cimientos de la que había sido la casa del jefe de la estación. Más tarde nos instalamos en un lugar cercano, a orillas del estero Rariruca, en donde Jaime armó su carpa iglú. Hicimos una fogata con la abundante leña del lugar y fuimos testigos de la aparición de la redonda Luna entre los árboles del bosque, trras lo cual nos fuimos al merecido descanso. A la mañana siguiente, una húmeda neblina nos acompañó, hasta que el Sol disipó la nubosidad de aquellos cerros. Nos aseamos con el agua del estero, luego desayunamos, levantamos el pequeño campamento y, antes de irnos rumbo a la Villa Cautín, pasamos nuevamente a la casa de Teresa. Ella estaba allí y fuimos atendidos de una manera extremadamente cálida y familiar, quedando invitados a asistir a la "Semana de Rariruca", en la segunda semana de febrero. Teresa nos regaló pan amasado y agua para nuestra travesía, tras lo que nos despedimos. A las 12:45 horas, desde lo que había sido el inicio Oeste del patio de la estación Rariruca emprendimos nuestro viaje hacia la próxima estación, "Cautín", dos kilómetros más allá de la actual villa que lleva ese nombre.



Un lugareño, a caballo, nos dio indicaciones de cómo llegar a nuestro próximo destino, ya que la huella de la faja ferroviaria desaparecía bajo la zarzamora, cuyas ramas secas pincharon una rueda de la bicicleta de mi sobrino. De todos modos, aquella huella iba, en su mayor parte, paralela a la que había sido la línea férrea logrando así encontrarnos con dos hermosos puentes ferroviarios que cruzaban dos profundas quebradas con sus respectivos y hondos ríos. Este tramo, hasta la Villa Cautín, es el más bonito para recorrer en bicicleta, pues nos acompaña un bosque tupido, esteros, vertientes y potreros destinados a la ganadería. En la Villa Cautín pasamos a visitar el puente colgante y nos fotografiamos allí; seguimos hacia Selva Oscura, nuestra próxima escala, pero primero disfrutamos refrescándonos con dos helados de agua cada uno que compramos en una bonita casa al final de la pequeña villa, para luego tratar de encontrar los restos de la estación del ferrocarril, a unos dos kilómetros de allí.



Gracias a un lugareño que estaba cortando maleza fue posible hallar esas estructuras, ya que la vegetación la ha cubierto casi completamente. Sin esa ayuda hubieran pasado un par de horas antes de lograr, quizás, encontrar la estación. Mientras Carlos y yo recorríamos los viejos muros, Jaime reparaba en el camino un rebanado neumático trasero. Alrededor de las 18:30 emprendimos nuevamente la ruta hacia Selva Oscura, ascendiendo los cerros cubiertos ahora con eucaliptus y, en la parte alta, con protreros sembrados con trigo. El Sol nuevamente nos comenzaba a cocer. A las 8 PM llegamos a un punto del camino en que se anuncia Selva Oscura y un desvío hacia Perquenco. Unos minutos más y subiendo la loma del cerro, llegamos al patio de lo que fue la estación de Selva Oscura, con el aún sobreviviente edificio de principios de los años 1900. La posición del Sol en el horizonte impidió mejores fotos, pero quedé conforme. Un hombre en su viejo automóvil nos proporcionó un lugar en un sitio de su propiedad para instalarnos aquella noche. Preparamos "Caracoquesos", que nos reconfortaron tras un largo ayuno; sólo bebíamos agua durante el viaje, sin sentir hambre.


Por la mañana del sábado tomamos un rápìdo desayuno, consistente en el pan amasado que  nos regaló Teresa, con unas rebanadas de dulce de membrillo, y agua con Zuko Go!. Jaime quería llegar el mismo día sábado hasta Temuco, para descansar el domingo e incorporarse al trabajo el lunes. Yo estaba dudando de lograrlo, por que nos quedaba un largo camino hacia Quillem, Lautaro, Pillanlelbún y Temuco, con una bicicleta cuyo asiento ya era mi enemigo... Así realicé el viaje, bien adolorido, sintiendo interminable el camino. A las 12:45 horas Quiillem nos recibió con un calor seco, que capeamos durante una hora bajo el techo que conforma el paradero del TLD (tren de pasajeros Victoria a Temuco y viceversa). Un duro asiento de bicicleta y un camino interior a Lautaro, que sentía que no terminaba nunca (pese a estar asfaltado desde Quillem), maltrataron aún más mis "posaderas". A las 15:15 horas por fin Lautaro.



Quise pasar a conocer y saludar a "Rorro-tren", un ferroviario conocido a través de la Internet, a quien encontré en su domicilio en la misma estación del ferrocarril. Pese a estar saliendo de un turno de trabajo nocturno nos atendió muy amablemente y nos dio una pequeña charla técnica sobre movilización de trenes. Él mismo nos sugirió un lugar en donde comer, en el cual una hora después estábamos sirviéndonos unos gigantescos churrascos con tres litros de helada bebida "Kem Piña". Un descanso a la sombra de los árboles en la plaza de Lautaro permitió reparar la pinchada rueda trasera de mi bici (no salí invicto). A las 18:30 montamos nuestras bicicletas, aún con mucha luz solar, iniciando una travesía por la antigua ruta a Pillanlelbún. Un corto trecho de ella estaba con mantenimiento pero el resto fue muy áspero, pinchándose nuevamente la rueda trasera de mi bici, desinflándose e inflándola cada cierto trecho. Así llegamos en frente de la famosa cantera, para más tarde, pasadas las 20:20 horas ver aparecer el pueblo de Pillanlelbún, con la agradable sorpresa de encontranos con el último servicio del TLD proveniente de Temuco hacia Victoria, con el que "me fotografié" a la pasada por el cruce Sur de la localidad. Salimos del pueblo ascendiendo por el paso superior que nos incorporó a la Ruta Cinco Sur, rumbo a la capital regional y a nuestros respectivos hogares (llegué a mi casa a las 23:00 hrs.).
Valiosa y variada experiencia de viaje, en especial la del tener cuidado con el tipo de asiento de nuestra bicicleta, cuando se deben recorrer largas distancias, ya que el efecto producido en las nalgas afecta a los músuculos de las piernas, restándoles fuerza.