Cuando se viaja raudo por la carretera, sin posiblidad de detención para observar algo que nos atrae la atención, como cuando nos trasladamos de un sitio a otro en un bus, muchas veces decimos : "me gustaría estar allí", o "algún día visitaré aquel lugar". En mi caso particular, que me atraen las antiguas obras de arte ferroviarias, cuando he viajado al Sur de Temuco he visto los viaductos y puentes que cruzan los ríos y esteros de la zona. La mayoría de aquellas estructuras de piedra, ladrillo y acero son viejos monumentos de la ingeniería del siglo diecinueve, que datan de la época cuando se contruyó el tramo de la vía férrea que unió las ciudades de Temuco y Pitrufquén, obra concluida en el mes de noviembre del año 1898.
El sábado 21 de febrero de 2009, sin más compañera que mi bicicleta, salí desde mi casa con destino al puente ferroviario sobre el estero Pelales, en las cercanías de la localidad de Freire, con previas detenciones, como en el sector de Licanco Chico, en casa de doña Leudora Painén (para ver el estado de madurez de las manzanas "cabeza de niño", que me ofreció hace unos meses atrás), luego pasando por el puente Pichi Quepe, y, posteriormente, por el Quepe y el Huilquilco.
En Licanco Chico encontré a la señora Leudora haciendo dulce de mora. Las manzanas estaban casi a punto pero aún les faltaba una pizca de maduración, así es que quedé invitado para el segundo sábado de marzo para realizar una cosecha de esa rica fruta. Después de conversar con ella sobre sus antepasados, y sobre el lugar en el que su familia ha vivido por muchísimo tiempo, me despedí de ella para continuar a mi destino. En una anterior ocasión había visitado el puente Pichi Quepe, pero no había buscado la información del año de fabricación de ese mecano ferroviario. Bueno, en esta oportunidad pasé nuevamente al lugar a ubicar el dato, encontrándolo en uno de sus extremos. El fabricante fue la siderúrgica "Schneider et Cie", de Le Creusot, Francia, y la placa indica que su confección fue en el año 1896.
El puente sobre el río Quepe me vio pasar nuevamente rumbo al Sur. Al pasar frente al recinto de la ex estación de ferrocarriles de Quepe no pude dejar de sentir pena al observar que un gran letrero anuncia la venta del recinto... Me detuve e ingresé al sector del patio de maniobras, cubierto de pastizales. Observé con tristeza al centenario edificio de la estación, y pensé : "¡Cómo me gustaría ser un Farkas, para tener el dinero suficiente para comprar este terreno con su construcción y restaurarla, y hacer una especie de restaurante con aires ferroviarios y de colonos sureños!". Tomé varias fotos, por que llegará el día en que todo aquello habrá desaparecido y con la posible demolición nadie reconocerá el trabajo industrioso y experto de las manos de aquellos constructores, carpinteros y albañiles que se aventuraron en Araucanía, finalizando el siglo diecinueve, para realizar tan resistentes y características obras.
Salí de Quepe y continué mi pedaleo hasta encontrarme con mi primera meta: el puente Hulquilco. Quería obtener datos sobre su fabricación, pero no hallé información en ningún lugar de su estructura. A lo más, el óxido de la superficie y una desprendida piedra de coronación del estribo Sur, aparentemente sacada de su lugar por inescrupulosos. Saqué abundantes fotos del lugar. Mientras desde la línea férrea fotografiaba el puente, me di cuenta que una camioneta se detenía y bajaba de ella un hombre que tomaba mi bicicleta. No estaba a una distancia muy cercana, como para partir a socorrer a mi vehículo, pensando que se la iban a llevar, así es que le hice zoom a mi cámara fotográfica para capturar la placa patente de la camioneta, y así tener una prueba de los "cacos". En eso estaba, cuando me percaté que habían tomado mi bicicleta sólo para disponerla en un lugar fuera del sendero en el que la había dejado un rato atrás, con el sólo propósito de no aplastarla con el vehículo motorizado. ¡Uf! ¡Qué alivio! Pero decidí que nunca más dejaría abandonada a mi bici, a una distancia a la que la pierda de vista.
Pese al calor del día, continúe mi viaje hasta el puente Pelales. El letrero anunciando el Peaje carretero de Quepe a 1000 metros, anunció mi llegada al estero que da nombre a los puentes ferroviario y carretero del lugar. Me acerqué al viaducto, lo observé por todos lados y tampoco encontré la identificación del fabricante, sólo óxido. Aparantemente el Huilquilco y el Pelales no fueron fabricados por "Scheneider et Cie", ya que ellos eran orgullosos de sus obras y le ponían una placa identificatoria a todo lo que enviaban desde Francia al extranjero.
Un par de horas en el lindo paisaje del entorno, y a la sombra de la vegetación que se encuentra a la orilla de la vía férrea, me repusieron del calor del día. Recorrí el puente, de un lado al otro, saqué una buena cantidad de fotografías; observé los postes de rieles que aún soportan las podridas crucetas de madera con los aisladores de loza y vidrio verde que llevaban los "hilos" telegráficos del pasado. Me encaramé en la baranda del puente, y desde la altura imaginé los sonidos y las imágenes de sudorosos trabajadores que con pala y picota dieron forma al terraplén sobre el que se hizo el tendido de la línea férrea, hace más de cien años; un trabajo efectuado por aquellos "carrilanos", nunca bien reconocido o ni siquiera recordado.
A las cinco de la tarde emprendí el retorno a mi hogar, sin antes grabar un pequeño vídeo. Misión cumplida. Adonde sueño ir, allí iré...
Un par de horas en el lindo paisaje del entorno, y a la sombra de la vegetación que se encuentra a la orilla de la vía férrea, me repusieron del calor del día. Recorrí el puente, de un lado al otro, saqué una buena cantidad de fotografías; observé los postes de rieles que aún soportan las podridas crucetas de madera con los aisladores de loza y vidrio verde que llevaban los "hilos" telegráficos del pasado. Me encaramé en la baranda del puente, y desde la altura imaginé los sonidos y las imágenes de sudorosos trabajadores que con pala y picota dieron forma al terraplén sobre el que se hizo el tendido de la línea férrea, hace más de cien años; un trabajo efectuado por aquellos "carrilanos", nunca bien reconocido o ni siquiera recordado.
A las cinco de la tarde emprendí el retorno a mi hogar, sin antes grabar un pequeño vídeo. Misión cumplida. Adonde sueño ir, allí iré...