lunes, 16 de marzo de 2009

Licanco Chico, Metrenco y cerro Repocura

Manzanas "cabeza de niño"

Al fin llegó la esperada fecha de recolección de las manzanas "cabeza de niño", en el huerto de propiedad de doña Leudora Painén, en Licanco Chico. Hacían semanas tenía contactado a mi amigo Jaime con este fin, y la noche del reciente viernes 13 de marzo le llamé para recordarle del viaje. Nos encontramos a las 10:30 horas en el cruce de la Ruta Cinco Sur con el acceso a la ex Base Aérea Maquehue, punto de encuentro que ya se ha hecho habitual en nuestras salidas al Sur de la ciudad de Temuco. Tomamos la ahora asfaltada ruta alternativa por el interior de la Comunidad Licanco, hasta llegar al lugar en el que empalma con la calle lateral a la Ruta Cinco, en el sector Metrenco. Allí retrocedimos unas decenas de metros para trasladarnos al lado Oriente de la carretera, haciendo uso de la pasarela peatonal del lugar, para llegar unos cientos de metros más allá al sendero que cruza por debajo del viaducto que fotografié hace unos meses, en el cual conocí a la señora Leudora.

Después de anunciar nuestra llegada al lugar, con unos sonoros "¡Aló!", acompañados de los incesantes ladridos de varios perros, apareció la señora Painén. Venía del interior de su huerto, ya que se encontraba cosechando manzanas "limón". Le presenté a mi amigo Jaime, y, después de una conversación, y de la entrega de un obsequio a ella, nos adentró hacia el sitio en que se encontraba el árbol cargado de las grandes manzanas "cabeza de niño". Jaime se encaramó al manzano y desde la altura de sus ramas dejaba caer en mis manos las enormes frutas. Después de la recolección y de visitar otro sector del huerto con la señora Leudora, le pregunté a ella sobre sus ancestros y sobre quien era el cacique de la comunidad. Ella con orgullo señaló que su fallecido padre, don Nemesio Painén Calfumán, había sido cacique en el lugar; él había tenido dos esposas y once hijos. Doña Leudora recordó vivencias de su infancia, con su hermanos y hermanastros, como cuando ellos tenían la única "piscina" del lugar. Su padre limpiaba de maleza y de "pitranto" las orillas de la laguna que se formaba a los pies de su terreno ("Licanco: agua de la tierra"), y en sus limpias aguas se bañaban los niños.

La quinta de la señora Leudora

Como deseábamos continuar nuestro viaje en bicicleta, dejamos encargado nuestro cargamento de manzanas en la casa de la señora Leudora, el que recogeríamos al regreso de la excursión, a un lugar aún no determinado. Salimos hacia el Sur, con la intención de ingresar a la pequeña localidad de Metrenco, y recorrer alguno de los caminos que se adentran hacia el Este. Mientras avanzábamos hacia este primer destino, divisamos a nuestra izquierda un elevado promontorio rocoso en cuya cumbre se veían unas antenas de telecomunicaciones. Decidimos subir ese cerro y desde él tener una panorámica del valle. Entramos a Metrenco y tomamos el camino que un letrero indicaba a "Collahue" ("lugar de robles"), pensando que nos llevaría a las cercanías de aquel cerro. Luego de avanzar un par de kilómetros, salimos del camino ripiado e ingresamos por una senda que nos pareció que nos llevaría a la falda del promontorio, pero pronto se acabó y no había posibilidad de continuar por allí.

El "Repocura" desde el camino a Collahue

Regresamos al camino y continuamos pedaleando. Nos adentramos en un camino vecinal que llegaba hasta unas casas; al típico "¡Alóooo!" salió una señora que nos informó que por el camino a Collahue no hay acceso al cerro, que resultó llamarse "Repocura" ("camino de piedra", en mapudugún), y que para llegar hasta él debíamos ir... ¡a Metrenco!. Deshicimos el camino. Esta vez tomamos el camino que nace frente a la estación de ferrocarriles de Metrenco, el que nos llevó al sector "Chomío". A orillas del camino observamos el loteo "Santa Justa", con sus lindas casas. La polvorienta ruta nos acercaba más y más al cerro Repocura. Pasamos por el frente a una parroquia llamada "San Juan Bautista de Repocura" y a la escuela del lugar, ascendiendo una cuesta que nos "comió" las piernas. Allí el camino pasaba por detrás del cerro, por lo que decidimos regresar. Jaime bajó a toda velocidad y se adentró por un camino que pasaba por el lado de la escuela. Más adelante encontramos a un lugareño que no señaló en qué sitio estaba el camino de acceso al cerro. Con las señas indicadas encontramos el sitio y comenzamos la subida. Ya no pudimos seguir pedalando, por lo pronunciado del ángulo, y el ascenso fue lento hasta la cumbre.

Subiendo el Repocura

Observamos que el cerro fue dinamitado para lograr hacer un camino para vehículos de las empresas que contruyeron las antenas de telecomunicaciones, y al costado de este camino vimos una manisfestación de la formación del cerro, de quizás qué antigua época. Desde la cumbre vimos un espectáculo fantástico: el valle con sus inmuerables divisiones en pequeños predios, otro cerro al Norte del que habíamos subido; las cadenas montañosas al Norte y Oeste; en la lejanía la urbe de Temuco, con su cerro Ñielol y los aviones que venían a aterrizar y que despegaban del aeródromo de Maquehue, en Padre Las Casas; la "Cantera de Metrenco"; los volcanes Llaima y Villarrica, sin nieve; la Carretera Panamericana o Ruta Cinco Sur, etc.

Una vista hacia el Nor Noreste
Bajando el Repocura

Después de fotografiar el lugar y las hermosas vistas, de consumir una colación de galletas, leche y unas uvas, regresamos a la casa de la señora Leudora, recogimos el "cargamento" de manzanas, las repartimos entre dos mochilas y emprendimos un caluroso regreso a Temuco, con unos buenos kilos extras en nuestras espaldas.

Como acotó Jaime, otro cerro se añadió a nuestras conquistas. Ya habíamos subido el Lolol Mawida, y esta vez el Repocura; quizás qué otro destino nos espera en el futuro... la cordillera nos aguarda aún...

Jaime y yo bajando el cerro Repocura

sábado, 7 de marzo de 2009

Viejos puentes ferroviarios: uniéndonos con el pasado

Saliendo desde Padre Las Casas hacia el camino interior por Licanco

Cuando se viaja raudo por la carretera, sin posiblidad de detención para observar algo que nos atrae la atención, como cuando nos trasladamos de un sitio a otro en un bus, muchas veces decimos : "me gustaría estar allí", o "algún día visitaré aquel lugar". En mi caso particular, que me atraen las antiguas obras de arte ferroviarias, cuando he viajado al Sur de Temuco he visto los viaductos y puentes que cruzan los ríos y esteros de la zona. La mayoría de aquellas estructuras de piedra, ladrillo y acero son viejos monumentos de la ingeniería del siglo diecinueve, que datan de la época cuando se contruyó el tramo de la vía férrea que unió las ciudades de Temuco y Pitrufquén, obra concluida en el mes de noviembre del año 1898.

Bifurcación Licanco-Maquehue

El sábado 21 de febrero de 2009, sin más compañera que mi bicicleta, salí desde mi casa con destino al puente ferroviario sobre el estero Pelales, en las cercanías de la localidad de Freire, con previas detenciones, como en el sector de Licanco Chico, en casa de doña Leudora Painén (para ver el estado de madurez de las manzanas "cabeza de niño", que me ofreció hace unos meses atrás), luego pasando por el puente Pichi Quepe, y, posteriormente, por el Quepe y el Huilquilco.

En Licanco Chico encontré a la señora Leudora haciendo dulce de mora. Las manzanas estaban casi a punto pero aún les faltaba una pizca de maduración, así es que quedé invitado para el segundo sábado de marzo para realizar una cosecha de esa rica fruta. Después de conversar con ella sobre sus antepasados, y sobre el lugar en el que su familia ha vivido por muchísimo tiempo, me despedí de ella para continuar a mi destino. En una anterior ocasión había visitado el puente Pichi Quepe, pero no había buscado la información del año de fabricación de ese mecano ferroviario. Bueno, en esta oportunidad pasé nuevamente al lugar a ubicar el dato, encontrándolo en uno de sus extremos. El fabricante fue la siderúrgica "Schneider et Cie", de Le Creusot, Francia, y la placa indica que su confección fue en el año 1896.

El "Pichi Quepe" (Quepe Chico)

El Quepe

El puente sobre el río Quepe me vio pasar nuevamente rumbo al Sur. Al pasar frente al recinto de la ex estación de ferrocarriles de Quepe no pude dejar de sentir pena al observar que un gran letrero anuncia la venta del recinto... Me detuve e ingresé al sector del patio de maniobras, cubierto de pastizales. Observé con tristeza al centenario edificio de la estación, y pensé : "¡Cómo me gustaría ser un Farkas, para tener el dinero suficiente para comprar este terreno con su construcción y restaurarla, y hacer una especie de restaurante con aires ferroviarios y de colonos sureños!". Tomé varias fotos, por que llegará el día en que todo aquello habrá desaparecido y con la posible demolición nadie reconocerá el trabajo industrioso y experto de las manos de aquellos constructores, carpinteros y albañiles que se aventuraron en Araucanía, finalizando el siglo diecinueve, para realizar tan resistentes y características obras.

Ex estación Quepe
Saliendo del pueblo de Quepe

Salí de Quepe y continué mi pedaleo hasta encontrarme con mi primera meta: el puente Hulquilco. Quería obtener datos sobre su fabricación, pero no hallé información en ningún lugar de su estructura. A lo más, el óxido de la superficie y una desprendida piedra de coronación del estribo Sur, aparentemente sacada de su lugar por inescrupulosos. Saqué abundantes fotos del lugar. Mientras desde la línea férrea fotografiaba el puente, me di cuenta que una camioneta se detenía y bajaba de ella un hombre que tomaba mi bicicleta. No estaba a una distancia muy cercana, como para partir a socorrer a mi vehículo, pensando que se la iban a llevar, así es que le hice zoom a mi cámara fotográfica para capturar la placa patente de la camioneta, y así tener una prueba de los "cacos". En eso estaba, cuando me percaté que habían tomado mi bicicleta sólo para disponerla en un lugar fuera del sendero en el que la había dejado un rato atrás, con el sólo propósito de no aplastarla con el vehículo motorizado. ¡Uf! ¡Qué alivio! Pero decidí que nunca más dejaría abandonada a mi bici, a una distancia a la que la pierda de vista.

Puente Huilquilco
Pese al calor del día, continúe mi viaje hasta el puente Pelales. El letrero anunciando el Peaje carretero de Quepe a 1000 metros, anunció mi llegada al estero que da nombre a los puentes ferroviario y carretero del lugar. Me acerqué al viaducto, lo observé por todos lados y tampoco encontré la identificación del fabricante, sólo óxido. Aparantemente el Huilquilco y el Pelales no fueron fabricados por "Scheneider et Cie", ya que ellos eran orgullosos de sus obras y le ponían una placa identificatoria a todo lo que enviaban desde Francia al extranjero.

Llegando al sector del estero Pelales

Estero Pelales
Puente ferroviario Pelales
Un par de horas en el lindo paisaje del entorno, y a la sombra de la vegetación que se encuentra a la orilla de la vía férrea, me repusieron del calor del día. Recorrí el puente, de un lado al otro, saqué una buena cantidad de fotografías; observé los postes de rieles que aún soportan las podridas crucetas de madera con los aisladores de loza y vidrio verde que llevaban los "hilos" telegráficos del pasado. Me encaramé en la baranda del puente, y desde la altura imaginé los sonidos y las imágenes de sudorosos trabajadores que con pala y picota dieron forma al terraplén sobre el que se hizo el tendido de la línea férrea, hace más de cien años; un trabajo efectuado por aquellos "carrilanos", nunca bien reconocido o ni siquiera recordado.

Un trabajador de vías de ferrocarriles "rebautizó" al puente...
Una vista, desde la Ruta Cinco Sur

A las cinco de la tarde emprendí el retorno a mi hogar, sin antes grabar un pequeño vídeo. Misión cumplida. Adonde sueño ir, allí iré...