martes, 8 de noviembre de 2011

De Estación Pua a Quino: Pedaleando por el desaparecido ramal triguero

Mi anhelo por conocer los restos de los ramales ferroviarios de la Región de La Araucanía me tenía con una nueva idea en mi mente: viajar hacia el Oeste, desde la estación ferroviaria de Pua (12 kilómetros al Sur de la estación Victoria, en la Línea Central de los Ferrocarriles del Estado de Chile), en donde antaño se iniciaban las vías del ferrocarril hacia la Cordillera de Los Andes (Lonquimay) y hacia el corazón de la zona de producción triguera de las provincias de Malleco y Cautín (Galvarino y Traiguén).


En la imagen precedente se observa, con color amarillo, el inicio de los ramales en Pua

La oportunidad de ir a recorrer esas huellas ferroviarias se presentó los días 30 y 31 de octubre y el primer día del mes de noviembre recientes. Me hice acompañar de mi sobrino, por que siempre es conveniente y más entretenido en estas travesías viajar con alguien con quien compartirla.
La pasada experiencia (ver "De Curacautín a Temuco: 100 kilómetros por la antigua faja ferroviaria") con mi vieja bicicleta Oxford Rally, de pesado acero, me hizo considerar que ya a mi edad necesitaría cambiarme a un vehículo más liviano: una mountainbike de aluminio. Ya decidido por una nueva bicicleta, me endeudé por un año en la adquisición de una "Trek" modelo 3700.

A las 5 PM del domingo 30 de octubre mi sobrino y yo embarcamos nuestras pertenencias en el bus de la empresa Bío Bío, que nos llevaría hasta el paradero del cruce Pua. El auxiliar se incomodó un poco cuando le dijimos que nos bajaríamos sólo en Pua. Luego de unos minutos de acomodar los bultos y nuestras bicicletas y mochilas en el portaequipaje, tuvo que sacarse la corbata, pues ya transpiraba. Descendimos en el lugar poco antes de las seis de la tarde. Pasamos a visitar la estación y quise saludar al movilizador. La estación estaba solitaria y la puerta de la oficina del movilizador estaba cerrada, pero se escuchaba el relato de la transmisión del partido de fútbol entre los clubes chilenos de Primera División Universidad de Chile y Colo Colo. Toco la puerta con mis nudillos, aparece rápidamente el movilizador de turno, a quien conozco (por mi afición a la fotografía ferroviaria en los alrededores) y lo saludo, pero él parece que no está muy interesado en entablar una conversación. Me dice que está viendo el partido, así es que lo único que le pido es que nos convide agua para nuestras botellas. Desaparece hacia el interior de la oficina, cerrando la puerta, y luego aparece con las botellas con agua fresca y fría. Se despide, para aparecer un rato más tarde con la banderola y un bastón, ya que el tren de pasajeros que viene de Victoria hacia Temuco está por llegar. Por el Norte y en la distancia se ve aparecer el TLD, el movilizador ondea la banderola que indica al maquinista "entrar con precaución" a la estación. El tren se detiene suavemente, se abren las puertas, se ven aparecer a los conductores y comienzan a subir los pasajeros. El tren se ve con bastantes ocupantes, ya que es el último del día hacia la capital regional. Luego de un minuto detenido comienza su marcha hacia Temuco, los vemos irse rumbo al Sur, desaparece en la distancia y nos disponemos para comenzar nuestro pedaleo hacia nuestra primera meta: el pueblo de Quino.


Poco antes de las siete de la tarde salimos del pequeño pueblo, cruzamos la Ruta 5 Sur por el paso sobre nivel, y se nos acaba el asfalto. Hemos comenzado la áspera ruta ripiada. Una hora más tarde estábamos llegando a Quino. Unos letreros nos avisan que el puente vehicular está en reparaciones y hay que acceder al pueblo por el puente ferroviario. Una vez más, las antiguas obras del ferrocarril - hechas para durar - dando salvataje y conectividad, cuando han sido desechadas por el desmantelamiento de los ramales. En mi mente tenía el recuerdo de una fotografía que mostraba una placa conmemorativa de la construcción de aquel puente, pero ya no está, ha sido arrancada de cuajo... Quiero fotografiar al puente ferroviario desde otra perspectiva, así es que nos devolvemos, para cruzar el puente de madera en mantenimiento. Lo único que hay son las enormes vigas de madera. Cruzamos caminando con cuidado por sobre una viga y con las bicicletas empujadas rodando por otra viga. Desde el medio del puente trato de capturar una imagen, pero ya oscurece y no se aprecia bien la estructura. Igual hago una imagen. Ingresamos al pequeño pueblo, en dirección de la faja ferroviaria, veo un paso sobre nivel y me dirijo a fotografiarlo. De improviso nos sale una jauría de perros que nos ladra amenazante. Prosigo pedaleando lentamente, para no enfurecer más a los animales, pero siento unos mordiscos en la parte del talón de mi zapatilla izquierda. No les hago caso, doy una vuelta y me ubico frente a aquella obra ferroviaria y la fotografío, mientras los perros se entretienen con mi sobrino...


Los últimos rayos del Sol de la tarde provocan largas sombras. Saludamos a un lugareño, quien nos da importantes datos sobre los aún existente puentes del ramal y de cómo acceder a ellos, además de convidarnos agua fresca. Nos dice que trabaja en el sector Terpelle, en las cercanías de Chufquén, en donde los terrenos de aquella ex estación del subramal a Galvarino han sido ocupados en parte por una pequeña villa. Nos despedimos, pedaleamos por "el centro" del poblado, para conocerlo, y regresamos al sector de la estación del ferrocarril. Antes de anochecer visitamos el lugar, capturo unas imágenes del abandonado edificio. Más tarde buscamos dónde armar nuestra carpa, no muy cerca de las calles del pueblo, ya que ha sido una tarde en la que ha habido aquel encuentro de fùtbol transmitido por la TV, no conocemos el resultado: los hinchas beben para celebrar la alegría del triunfo o para olvidar la tristeza y no queremos pasar un inconveniente. Buscamos un lugar, alejándonos del pueblo hacia el Oeste, por la orilla de la faja ferroviaria, pero hay pastizales muy altos con pendiente y por el otro lado un cerco de alambre de púa en muy buen estado. Ya está muy oscuro y decidimos regresar al pueblo. En la distancia nuevamente aparecen las luces de la localidad. Casi frente al recinto de la estación mi sobrino detecta una pasada para peatones en el cerco, deja su bicicleta y mochila y va a explorar. Regresa con la noticia de que es un lugar plano y amplio. Pasamos nuestras pertenencias por sobre el cerco y nos dirigimos en búsqueda del lugar adecuado, que resulta ser al lado de un gran árbol. Armamos la pequeña carpa iglú, amarramos nuestras bicicletas con una cadena, nos alimentamos y procedemos a descansar dentro de nuestros sacos de dormir. Me quedo dormido pensando en nuestros destinos del día siguiente y escuchando el ruido del río Quino que corre en la quebrada cercana a nuestro campamento. Bien entrada la noche se escuchan unos tremendos estampidos en las cercanías y luces de un vehículo, que alumbran entre los árboles que están a la orilla del camino: son cazadores, que no tienen ningún respeto por el sueño de la gente del pueblo.

La mañana del lunes 31 de octubre llega, salgo de la carpa, me arropo (pues está bien frío y hay un poco de neblina) y salgo a recorrer el entorno. El Sol ha comenzado a alumbrar y es una ocasión para fotografiar, que no hay que desperdiciar. Desde la altura recorro el borde la quebrada y observo que el río tiene unos pequeños saltos, los que producen el permanente ruido ambiente. Después del recorrido por el campo voy a buscar imágenes ferroviarias y a observar el estado de aquel patrimonio histórico destruido. Regreso al campamento dos horas después, habiendo fotografiado lo que quería y encontrado el foso de la que fue la tornamesa de la estación.


Después de desayunar, desmontamos todo y emprendemos rumbo hacia el puente ferroviario sobre el río Quino. Parte del trayecto lo realizamos rápidamente, pero al llegar al final del camino tuvimos que proseguir  caminando por el terraplén de la faja ferroviaria, al que accedimos por una pronunciada pendiente; un viejo durmiente de pellín alberga a una culebra que se calienta al Sol. El subir hasta allí nos hace pensar en el inmenso trabajo de nivelación y relleno que hicieron los trabajadores de antaño, para poder poner finalmente los rieles hacia Galvarino, los que hoy ya no están. Alrededor de las 11 AM vemos entre la maleza la estructura oxidada del majestuoso puente de acero. Dejo mi bici y mochila, tomo mi cámara fotográfica y trato de cruzar el puente. Mi sobrino me observa y se queda allí, ya que tiene temor a las alturas. Yo llego lentamente hasta casi la mita del puente, haciendo piruetas para encontrar dónde apoyarme, pero es difícil. Decido quedarme allí, fotografío unas bandurrias que reclamaban ante mi presencia en su alto territorio, observo que en el lejano fondo de la quebrada y en el río mismo están unas estructuras de acero del puente, entonces me doy cuenta que el viaducto fue cortado en su lado sur, quizás para inhabilitarlo... más destrucción patrimonial. Con mi sobrino buscamos un lugar para acceder a una vista inferior o lateral del puente, lo que pudimos lograr, dándonos una de inmensa alegría de poder estar allí. La vista de esa obra de ingeniería es espectacular: un hermoso puente de arco en acero Después de recorrer el entorno, una hora más tarde emprendemos el regreso al pueblo de Quino. En un negocio pasamos a "echar bencina", consumiendo 1,5 litros de una Coca Cola helada, que nos hizo muy bien. El precio $1.050. Pido que nos conviden agua potable para nuestras botellas, a lo que la dueña del negocito accede amablemente. Para ocupar el resto del día emprendimos el viaje por el antiguo camino ripiado a Traiguén, por el cual logramos llegar hasta el estero Tricauco, en donde se encuentra un puente ferroviario de cemento. Fotografías en el lugar y vamos en busca de nuestro cercano destino: el recinto en donde estuvo la estación ferroviaria de Tricauco, del ramal a Traiguén. Alrededor de las 15:30 horas accedemos por un terreno muy plano y llegamos al inconfundible patio de una estación. Es un inmenso y verde potrero, con los restos y cimientos del edificio de la estación, de dos bodegas de carga y rampas para cargar animales. Entre el pasto aún está el balasto y la huella dejada por la extracción de los durmientes, que alguna vez estuvieron allí para dar apoyo a los rieles por cuales rodaron los trenes del ramal. Recorremos todo el entorno, almorzamos en la agradable sombra de unos manzanos, que nos protegieron de la fuerte luz solar y el calor de ese despejado día. Luego, una larga siesta acompañados del bonito gorgojeo de aves autóctonas. Despertamos de la reponedora siesta y nos alejamos de aquel lindo lugar, rumbo ahora al puente Chanco, por la bien marcada faja ferroviaria, cruzando el puente Tricauco, así alejándonos del camino por el cual habíamos llegado hasta aquel lugar. Llegamos al Chanco poco antes de las 18:30 horas, casi sin agua para beber.


Mi sobrino se atreve a pedir agua a una comunera mapuche, mientras yo trato de encontrar el mejor lugar para fotografiar el puente ferroviario de arco, con la luz del Sol que comienza a desaparecer tras de los cerros. Mi sobrino regresa con las botellas llenas de agua. Luego de ello él sale a buscar señal para alguno de sus dos teléfonos celulares, dedico a reparar la cámaras de las ruedas de mi bici, que ha sufrido ya dos pinchazos en el tramo por la dura faja ferroviaria, desde Tricauco. Mi sobrino regresa caminando por el alto terraplén y en eso aparece un tropel de perros que viene corriendo desde el interior de la hijuela mapuche, que colinda con la faja ferroviaria y el estero, logrando bajar hasta donde habíamos dejado nuestra cosas por otro lado; parece que no somos bienvenidos Como oscurece, armamos la carpa en una superficie bien plana, con pasto verde cortito, y nos disponemos a alojar en la parte baja del terraplén, que colinda con el cerco de alambre de púas de la hijuela de donde salieron los furiosos perros. Estábamos guardando nuestras cosas en el interior de la carpa cuando aparece veloz, montado en una mountaibike, un comunero mapuche que, desde el otro lado de su cerco, nos viene literalmente a echar del lugar. Le explico en qué andamos y que estamos fuera de su propiedad. Él, muy molesto, sólo quiere que nos vayamos, no entiende de cicloturismo, ni de fotografía patrimonial ni de faja ferroviaria fiscal perpetua. Para él somos gente que viene a provocar incendios en su bosque, a robar sus animales (¿¿ !!) y los "fierros" del puente, que los turistas salen a caminar y los perros ladran toda la noche, y, que como ya no hay trenes, todo eso "es de la comunidad", o sea, somos unos intrusos en propiedad privada... Le explico que andamos en bicicleta y que él nos diga cómo podríamos llevarnos sus animales en ellas. Me dice que nosotros íbamos a llamar por teléfono. Parece que el lugar ha sido visitado por huincas que han provocado problemas, lo que puede ser verdad, ya que la placa conmemorativa del puente Chanco (al lado de su hijuela) tampoco está. Pese a todo, pensando que ya ha oscurecido y que estamos lejos de Quino, le digo que sólo alojaremos esa noche allí (lo que es verdad, por que el día siguiente tenemos que esperar en el cruce Pua el bus que sale a las 14:00 horas desde Victoria). Me dice que Quino está ahí no más., pero yo sé que está lejos, pues he marcado distancias en un mapa, y además ya está oscuro. Le explico lo del problema con las ruedas de mi bicicleta, que no han sido bien reparadas y que no andamos en busca de problemas o de causarlos. Le pido de su permiso para descansar allí y le prometo que nos iremos bien temprano. Finalmente me autoriza, pero "si los perros se ponen a ladrar" no sabíamos a lo que nos exponíamos... Creo que son bravuconadas, por que no les gusta que los "chilenos" vayan o pasen por la comunidad indígena. Le agradezco y él se va hablando cosas que no se alcanzan a escuchar ni a entender. Amarramos bien las bicicletas, nos metemos en la carpa, comemos algo rápido y nos forramos con los sacos de dormir. En voz baja le digo a mi sobrino, en relación con todo lo escuchado de boca del comunero: "No quiere a los huincas, pero usa ropa huinca; vive en una casa al estilo huinca, no en ruca; usa bicicleta mountainbike huinca y no quiere que dañen el puente que hicieron los huincas, por que le sirve"... A lo lejos los perros ladran, no sé a quien, y me quedo dormido por el cansancio.




A las 7 AM estoy en pie y mi sobrino también se levanta; desarmamos la carpa, metemos nuestras pertenencias a las mochilas, revisamos que no se nos quede algo y que cause molestias a otro futuro visitante huinca. No pienso tomar desayuno en el lugar, inflo por última vez las ruedas de mi bici y nos vamos. Subimos al terraplén, cruzamos el puente ferroviario (es ferroviario, aunque ya no exista la vía férrea !!!), caminando para no pinchar las ruedas, y vamos en busca del camino que nos llevará hasta Quino, que está a unos 700 metros, pero el pueblo está a diez kilómetros. La mañana está fresca y avanzamos rápido, salvo una larga cuesta que deja atrás el valle en que estaba el puente Chanco.
A las nueve de la mañana estábamos en Quino; fotografío una vieja casa abandonada y vamos a instalamos a preparar nuestro desayuno en la pequeña plaza del pueblo. Calentamos agua en la tetera del set de camping Doite. con mi pequeño pero potente quemador Doite, que atornillo a la lata de gas; nos servimos nuestros sandwichs de queso y comemos nuestras últimas raciones de frutos secos (un delicioso mix de pasas, almendras, nueces, maní, avellanas y castañas de cajú). Pero ¡qué grato es beber una bebida caliente reponedora, en una mañana más que fresca! La bebida que hemos preparado estos días es una mezcla de leche en polvo con Milo.


Alrededor de las 10 AM, guardamos los implementos, cerramos nuestras mochilas y partimos a nuestro próximo destino: el puente ferroviario sobre el estero El Salto, ubicado a unos cinco kilómetros, camino a Pua, pero accediendo a la faja ferroviaria,  desviándonos del camino principal. Habiendo ya viajado un par de kilómetros, en una arboleda al costado del camino, escucho el trinar de cientos de pájaros. Me detengo, miro hacia lo alto y en las copas de los árboles están aquellas aves pequeñitas, que no se muestran pero que se hacen notar. Grabé un corto vídeo, en que aparece mi sobrino, en el que se puede ver el entorno y escuchar un verdadero Recital pajarístico. Recorremos un kilómetro y medio, nos separamos del camino y entramos a la faja ferroviaria; avanzamos otros dos kilómetros y medio y llegamos a un corto puente sobre un antiguo canal de regadío y, un poco más allá, al puente El Salto. Como es de esperar, está en buen estado. Bajamos por un costado de la cabecera del lado Este, pero el lecho del estero, cubierto con abundante pasto, está aún blando y tratamos de no hundirnos. Logro unas fotografías y emprendemos el regreso hacia el sitio en que hicimos ingreso a la faja ferroviaria. Ahora nuestro destino es llegar a Pua. Los últimos diez kilómetros fueron largos, debido al casi monótono camino. Me di cuenta que mi sobrino iba haciendo lo mismo que yo: mirando la marca que ponen en los cercos, a orillas del camino, de los metros y kilómetros desde el origen, en este caso desde el cruce Pua. 6.800, 5.400, 4.700, 3500, qué lentos pasaban ante nuestra vista. 1.800, y ya casi estamos a las puertas de la civilización. Ochocientos metros y se ve la Ruta Cinco, con sus camiones, buses y automóviles, y también las tres antenas de telefonía celular de Pua. Suena mi teléfono, me detengo y lo saco de mi bolso delantero. Es una llamada de mi hermana, en la que me invita a almorzar a su casa cuando lleguemos a Temuco. Pienso que lo único que quisiera hacer cuando llegue a mi ciudad es irme a mi casa, descargar mis cosas, bañarme, comer y acostarme, por que al día siguiente tengo que estar temprano en mi trabajo. La invitación señala el menú y no puedo negarme...
Seguimos pedaleando los últimos metros de ripio y finalmente llegamos al asfalto. Subimos a la rotonda y paso sobre el nivel de la Ruta 5, para pasar nuevamente a la estación Pua. Ahora, a diferencia de dos días antes, el edificio y oficina está cerrado y no se escucha sonido alguno. Nos sentamos en los viejos escalones de piedra a descansar. Mi sobrino va a comprar una Coca Cola de litro y medio, a un bar que está al otro lado de la estación del pueblo. Le paso dinero con el "tejo pasado", por si acaso, lo que resultó acertado, pues la misma bebida (pero al natural, no fría como en Quino) costó $1.200. Al lado de la excelente autopista que recorre gran parte de Chile, el producto es más caro que en un pequeño pueblo que quedó olvidado después de ser levantados los rieles del ramal que la daba vida. Bueno, es el libre mercado ....


Faltando quince minutos para las dos de la tarde, nos despedimos de la estación Pua. A las 2 PM saldría el bus desde Victoria, y ya tenía comprado los pasajes, con subida en ese lugar. En la garita estaban algunas personas, esperando que algún bus se detuviera. Me entretengo conversando con un hombre adulto que tiene el aspecto inconfundible de tener raíces mapuches. Éste es bien amable y hasta tímido, a diferencia del que nos quiso echar desde Chanco. ¡De todo hay en la viña del Señor! Puntualmente, a las 2:15 PM, aparece el bus Bío Bío, reduce la velocidad e ingresa a la pista que accede a la garita del paradero Pua. ¡Sorpresa! Veo que el auxiliar que se ve detrás del parabrisas es el mismo de nuestro viaje anterior; y que se le nota en la cara que él también nos ha reconocido... Esta vez deja que nosotros mismos carguemos nuestras pertenencias, hace el ademán que indica su tradicional entrega de tickets para la recuperación de nuestras pertenencias en Temuco, pero se arrepiente. Yo pienso que él ya tiene claro de quiénes son esos bultos, así es que me subo al bus, saludo al conductor y me siento en mi butaca. Mi sobrino se sienta en su puesto y me dice "Nos reconocieron, por que el chofer le dijo al auxiliar 'son los mismos'". Cosas de la vida de un cicloturista.
Al llegar a Temuco nos bajamos en un paradero cercano al hotel Holiday Inn Express, desde donde nuevamente echamos a rodar, esta vez hacia la casa de mi hermana. Un menú muy apropiado: "proteína animal" con puré, verduras, jugo sabor a arándano y de postre torta, ¡qué recibimiento!
Me quedé hasta las 20:45, tiempo en el que vi la película, ad hoc, "Imparable" (sobre trenes, basada en un hecho de la vida real), y ayudé a cavar la sepultura del viejo perrito mascota de mi hermana, que falleció en el intertanto. Como se puede apreciar, tuve diversidad de emociones en esos dos y medio días.
Mi retirada a casa demoró otra media hora de viaje, pero finalmente llegué. Para no dilatar las cosas desempaqué todo: sacar la ropa sucia, guardar carpa y saco de dormir y todo lo que tenía que volver a su lugar. Luego de ello, puse tapón a la tina de baño, eché a correr el agua caliente y me di un baño, que un ciudadano de la antigua Roma me hubiera envidiado. Antes de retirarme a mi cama vuelvo a hidratarme, observo mis ojos por si están muy colorados por la exposición a la luz solar, pero están bien: mis lentes para Sol "Rayoban" (já já ja´) me ayudaron a protejer mi vista.
Unos sesenta y cuatro kilómetros en mi nueva bicicleta, por camino ripiado, sendas de tierra y faja ferroviaria con balasto y sin él, han sido una fabulosa terapia para mi espíritu, y también me han dado luces para realizar otro viaje, que me permita fotografiar con más detenimiento y arte los hermosos lugares que visitamos con mi sobrino.
¡Hasta la próxima!

Ruta realizada en este viaje: unos 64 kilómetros

lunes, 24 de enero de 2011

De Curacautín a Temuco, 100 kilómetros por la antigua faja ferroviaria



Hace mucho tiempo tenía el gran deseo de hacer una visita y un recorrido en bicicleta por algún sector del ya desaparecido ramal ferroviario que nacía en la estación de Pua (12 kilómetros al Sur de Victoria) y culminaba en la estación Lonquimay (se puede encontrar abundante información en la página Web "Amigos del Tren"). Mi padre fue maquinista de locomotoras a vapor, hacia principios de los años 1970, trabajando una temporada en el tren que salía desde Victoria y que iba hacia aquella cordillerana estación. La absoluta desaparición del ramal ferroviario y el fallecimiento de mi padre, ya hace un par de años, me han causado nostalgia por el pasado y una necesidad de visitar y fotografiar aquellos lugares por los que mi padre transitó abordo de su locomotora.
Ya casi han transcurrido unos dos meses, desde que un nombre vino a mi mente: Rariruca. Recordaba ese nombre como una de las estaciones del aquel viejo ramal. Me puse a buscar información en la Internet, pero casi no había, a excepción de un grupo "Amigos de Rari-Ruca", en Facebook. Así es como pude conocer a una educadora de párvulos que reside en aquella localidad (Teresa), quien me invitó a ir a conocer el pequeño pueblo. Luego de un intercambio de mensajes resultó que la anciana madre de aquella cordial mujer (ex pequeña comerciante del pueblo) conoció a mi padre cuando él trabajaba en el ramal, debido a que, como muchos pobladores lo hacían, ella había hecho una relación de amistad con el personal de las locomotoras, quienes gratuitamente transportaban "encargos" desde localidades más grandes, como la ciudad de Victoria.


Este hallazgo en la Web fortaleció mi deseo de realizar un viaje hacia aquella zona, el que programé para la fecha de mis vacaciones veraniegas. Para no hacer este largo trayecto solitario, invité a mi sobrino y a mi amigo Jaime. El jueves 20 de enero me reuní con ellos en el terminal de buses de la empresa Bio Bio, en Temuco. Subimos nuestras bicicletas y demás equipaje y a las ocho de la mañana emprendimos el viaje hacia la localidad precordillerana de Curacautín. A las 10 AM estábamos ingresando a la ciudad y, luego de unas pequeñas compras en un supermercado, a las 11 AM salíamos rumbo a Rariruca, regresando por un tramo de la ruta asfaltada que une Curacautín con Victoria. Tardamos dos horas en llegar a Rariruca, debido a lo dificultoso del camino ripiado, un trazado que asciende fuertemente por los cerros. La mayor parte debimos caminar, a pleno Sol, con nuestras bicicletas y nuestras cargas. Finalmente llegamos a Rariruca, accediendo por un extremo del inmenso patio de maniobras de la ex estación del ferrocarril. Fotografiamos abundantemente el entorno del lugar, tras lo cual ubicamos el domicilio de Teresa pero ella no estaba allí, por que había salido hacia la localidad de Perquenco, con motivo de la festividad religiosa de San Sebastián. Decidí que nos quedáramos en la localidad; nos preparamos unos alimentos, ubicándonos entre los cimientos de la que había sido la casa del jefe de la estación. Más tarde nos instalamos en un lugar cercano, a orillas del estero Rariruca, en donde Jaime armó su carpa iglú. Hicimos una fogata con la abundante leña del lugar y fuimos testigos de la aparición de la redonda Luna entre los árboles del bosque, trras lo cual nos fuimos al merecido descanso. A la mañana siguiente, una húmeda neblina nos acompañó, hasta que el Sol disipó la nubosidad de aquellos cerros. Nos aseamos con el agua del estero, luego desayunamos, levantamos el pequeño campamento y, antes de irnos rumbo a la Villa Cautín, pasamos nuevamente a la casa de Teresa. Ella estaba allí y fuimos atendidos de una manera extremadamente cálida y familiar, quedando invitados a asistir a la "Semana de Rariruca", en la segunda semana de febrero. Teresa nos regaló pan amasado y agua para nuestra travesía, tras lo que nos despedimos. A las 12:45 horas, desde lo que había sido el inicio Oeste del patio de la estación Rariruca emprendimos nuestro viaje hacia la próxima estación, "Cautín", dos kilómetros más allá de la actual villa que lleva ese nombre.



Un lugareño, a caballo, nos dio indicaciones de cómo llegar a nuestro próximo destino, ya que la huella de la faja ferroviaria desaparecía bajo la zarzamora, cuyas ramas secas pincharon una rueda de la bicicleta de mi sobrino. De todos modos, aquella huella iba, en su mayor parte, paralela a la que había sido la línea férrea logrando así encontrarnos con dos hermosos puentes ferroviarios que cruzaban dos profundas quebradas con sus respectivos y hondos ríos. Este tramo, hasta la Villa Cautín, es el más bonito para recorrer en bicicleta, pues nos acompaña un bosque tupido, esteros, vertientes y potreros destinados a la ganadería. En la Villa Cautín pasamos a visitar el puente colgante y nos fotografiamos allí; seguimos hacia Selva Oscura, nuestra próxima escala, pero primero disfrutamos refrescándonos con dos helados de agua cada uno que compramos en una bonita casa al final de la pequeña villa, para luego tratar de encontrar los restos de la estación del ferrocarril, a unos dos kilómetros de allí.



Gracias a un lugareño que estaba cortando maleza fue posible hallar esas estructuras, ya que la vegetación la ha cubierto casi completamente. Sin esa ayuda hubieran pasado un par de horas antes de lograr, quizás, encontrar la estación. Mientras Carlos y yo recorríamos los viejos muros, Jaime reparaba en el camino un rebanado neumático trasero. Alrededor de las 18:30 emprendimos nuevamente la ruta hacia Selva Oscura, ascendiendo los cerros cubiertos ahora con eucaliptus y, en la parte alta, con protreros sembrados con trigo. El Sol nuevamente nos comenzaba a cocer. A las 8 PM llegamos a un punto del camino en que se anuncia Selva Oscura y un desvío hacia Perquenco. Unos minutos más y subiendo la loma del cerro, llegamos al patio de lo que fue la estación de Selva Oscura, con el aún sobreviviente edificio de principios de los años 1900. La posición del Sol en el horizonte impidió mejores fotos, pero quedé conforme. Un hombre en su viejo automóvil nos proporcionó un lugar en un sitio de su propiedad para instalarnos aquella noche. Preparamos "Caracoquesos", que nos reconfortaron tras un largo ayuno; sólo bebíamos agua durante el viaje, sin sentir hambre.


Por la mañana del sábado tomamos un rápìdo desayuno, consistente en el pan amasado que  nos regaló Teresa, con unas rebanadas de dulce de membrillo, y agua con Zuko Go!. Jaime quería llegar el mismo día sábado hasta Temuco, para descansar el domingo e incorporarse al trabajo el lunes. Yo estaba dudando de lograrlo, por que nos quedaba un largo camino hacia Quillem, Lautaro, Pillanlelbún y Temuco, con una bicicleta cuyo asiento ya era mi enemigo... Así realicé el viaje, bien adolorido, sintiendo interminable el camino. A las 12:45 horas Quiillem nos recibió con un calor seco, que capeamos durante una hora bajo el techo que conforma el paradero del TLD (tren de pasajeros Victoria a Temuco y viceversa). Un duro asiento de bicicleta y un camino interior a Lautaro, que sentía que no terminaba nunca (pese a estar asfaltado desde Quillem), maltrataron aún más mis "posaderas". A las 15:15 horas por fin Lautaro.



Quise pasar a conocer y saludar a "Rorro-tren", un ferroviario conocido a través de la Internet, a quien encontré en su domicilio en la misma estación del ferrocarril. Pese a estar saliendo de un turno de trabajo nocturno nos atendió muy amablemente y nos dio una pequeña charla técnica sobre movilización de trenes. Él mismo nos sugirió un lugar en donde comer, en el cual una hora después estábamos sirviéndonos unos gigantescos churrascos con tres litros de helada bebida "Kem Piña". Un descanso a la sombra de los árboles en la plaza de Lautaro permitió reparar la pinchada rueda trasera de mi bici (no salí invicto). A las 18:30 montamos nuestras bicicletas, aún con mucha luz solar, iniciando una travesía por la antigua ruta a Pillanlelbún. Un corto trecho de ella estaba con mantenimiento pero el resto fue muy áspero, pinchándose nuevamente la rueda trasera de mi bici, desinflándose e inflándola cada cierto trecho. Así llegamos en frente de la famosa cantera, para más tarde, pasadas las 20:20 horas ver aparecer el pueblo de Pillanlelbún, con la agradable sorpresa de encontranos con el último servicio del TLD proveniente de Temuco hacia Victoria, con el que "me fotografié" a la pasada por el cruce Sur de la localidad. Salimos del pueblo ascendiendo por el paso superior que nos incorporó a la Ruta Cinco Sur, rumbo a la capital regional y a nuestros respectivos hogares (llegué a mi casa a las 23:00 hrs.).
Valiosa y variada experiencia de viaje, en especial la del tener cuidado con el tipo de asiento de nuestra bicicleta, cuando se deben recorrer largas distancias, ya que el efecto producido en las nalgas afecta a los músuculos de las piernas, restándoles fuerza.



lunes, 28 de junio de 2010

Temuco a sector Tromen

Ruta seguida en esta nueva aventura

Esto de tener presencia en la Internet me ha resultado impactantemente positivo para mi vida en estos tres años de experiencia en la Web. Pese a que no todos los lectores de mis distintos blogs quieran expresar comentarios, noto que hay quienes han tomado de su tiempo para leer lo que publico, ¡gracias a todos ustedes!

Como expresé antes, mi presencia en la Web (no sólo en mis blogs, si no que también en foros de investigación histórico-genealógicos) me ha permitido también relacionarme con personas de mi nacionalidad (en Chile y en el extranjero), de otras naciones latinoamericanas y de europeos. Es así como una ciudadana uruguaya me solicitó ayuda para ubicar a una familia que ella conoció en la cercanías de mi ciudad de residencia, en el verano del año 1989, a través de una viaje turístico. Soledad anhelaba saber de ellos, pero había perdido contacto con aquella familia de la etnia mapuche, debido a que el lugar en que tenían residencia es rural y no tiene una dirección postal para el envío de correspondencia. Soledad sólo tenía como antecedentes un nombre, el apellido paterno y la inicial del materno de uno de los integrantes de aquella familia mapuche. Nada recordaba del nombre del lugar o de la comunidad indígena u orientación geográfica hacia donde, en el año 1989, se había dirigido para conocer a representantes del pueblo mapuche.

Jaime a la vista

Aún con la escasa información de que yo disponía acepté el desafío. Accedí a varias fuentes para tratar de hallar el nombre del integrante de aquella familia, logrando encontar una posible coincidencia en un plano de división de una comunidad indígena ubicada el poniente de Temuco. Una vez hecho ésto, escribí a Soledad solicitándole recordara algo resaltantye que me permitiera identificar más precisamente aquel lugar, a lo que ella respondió con dos datos que me ayudaron a sentir que yo estaba en lo correcto. Le informé que iría a visitar aquel sitio el día 21 de mayo, día de festividad patria, y que me enviara alguna fotografía de ella cuando visitó el lugar. Luego de unos días Soledad logró encontrar un par de fotos de la época y me las envió por email. Las imprimí y guardé hasta que llegara la fecha que yo había seleccionado.

Antes de aquel día viernes 21 de mayo llamé a mi amigo Jaime para proponerle una salida en bicicleta. Le conté la historia de Soledad y de mi labor investigativa. Quedamos de acuerdo de reunirnos aquella fecha en frente del Hospital Clínico de la Universidad Mayor de Temuco. Llegado el día, salí desde mi hogar al otro lado del río Cautín. El día estaba nublado, pero sin anuncio de lluvias. Tardé 20 minutos en llegar al sitio de la reunión. Pasaban los minutos y mi amigo no llegaba. Lo llamo a su celular, tarda en contestar pero finalmemnte lo hace, con voz un poco jadeante: ya venía en camino. Pocos minutos más tarde aparece en la distancia, sin su casco, aunque lo trae colgando. Al llegar noto que viene cansado. Nos saludamos y me cuenta que desde el verano, cuando hizo un viaje en solitario en su bicicleta a la cordillera, no había vuelto a salir. Se sentía fuera de forma. Le comento sobre el lugar al que deseo llegar, le muestro una fotocopia del plano y el camino que deseo tomar para regresar hacia Temuco, pasando por Labranza y llendo a visitar el lugar en que estuvo la ex estación de ferrocarriles Boroa, del ramal Temuco a Carahue. Para mi sorpresa Jaime me dice que conoce esa ruta. Nos pusimos en marcha como a las 10:15, rumbo al sector Fundo El Carmen, límite urbano al poniente de Temuco. En el supermercado Santa Isabel del lugar compro algunas pocas cosas para beber y comer; luego nos internamos en el camino ripiado hacia Tromen.

Yo ya había observado en GoogleEarth la ruta, pero no había apreciado que tenía cuestas y pendientes, algunas bien pronunciadas. Las cuestas las subí caminando y las pendientes ¡¡a todo dar!! Jaime me tomó algunas fotografías por el camino, para ilustrar a Soledad el viaje. Casi a mediodía identificamos el lugar. Una de la señas dadas por Soledad apareció al borde del camino (aún seguía allí esa vieja construcción); luego, un elemento presente en una de las fotografías que yo había impreso unos días atrás, y que llevaba en el interior de mi bolso colgado en el manillar, aparece ante nuestros ojos.

Bajamos de nuestras bicicletas. Cuatro enormes perros nos observan desde el otro lado del portón que da acceso a la propiedad de la familia mapuche. No me queda más remedio que gritar hacia el interior: ¡¡¡ ALÓOOOOOO !!! Aparece una mujer que nos atiende de manera cordial. Le pregunto si allí reside la familia "...", a lo que me responde afirmativamente. Le explico el motivo de mi visita, le entrego las fotografías. Reconoce en las fotos a miembros de su familia, pero con 20 años menos, pero no recuerda el rostro de los turistas uruguayos. "Fueron muchas las personas que nos visitaron en aquellos años", señala. Intercambiamos las direcciones de correo electrónico y Jaime me fotografía con aquella mujer, en el lugar aproximado en que aparece aquel grupo, en el año 1989.

Nos despedimos, montamos nuestras bicicletas y comenzamos a aproximarnos al camino que nos conducirá hacia la localidad de Labranza. No pasa ni un minuto y escuchamos un brusco frenazo de un vehículo sobre el ripio y luego un estampido. Le digo a Jaime: ¡un choque!, a lo que él responde "¡vamos a ver!". Jaime fue bombero voluntario, así es que su voluntad de ir a ayudar fue instantánea. Llegamos al lugar del cual había provenido el ruido y vimos que un sedán Daewoo y una camioneta Chevrolet habían chocado al encontrarse de frente en la cima de una cuesta de aquel camino rural. Habían personas heridas de ambos vehículos, entre ellos un niño pequeño cuya cabeza impactó contra el parabrisas, ya que viajaba en el asiento delantero y no llevaba puesto el cinturón de seeguridad. Jaime llama a la Central de radio de sus amigos bomberos, ya que es imposible contactarse con Carabineros. El lugar es a 9 kilómetros del límite urbano de Temuco. En 15 minutos bomberos llega con dos carros bomba y, en sus vehículos particulares, más voluntarios; se contactan con el hospital y Carabineros. Bomberos realiza las primeros auxilios e inmovilizan a los heridos. Casi una hora más tarde llega una ambulancia desde el Hospital de Temuco, pero Carabineros no aparece... Como todo está bajo el adecuado control de los servicios de emergencia Jaime y yo decidimos retirarnos del lugar para seguir nuestro plan de ruta.


Nos internamos por el camino a Labranza, el que estaba siendo reparado en un tramo con un "bulldozer". Llegamos a la localidad y me acerqué hasta el sitio en el que se encuentra el viejo edificio de la ex estación de ferrocarriles. Unas fotografías ilustran mi pasada por el aquel lugar, las que pasarán a formar parte de mi álbum en Flickr. Le pido a Jaime me acompañe hasta el lugar en que estuvo la próxima estación: Boroa. Accede, aunque lo noto cansado. En la ruta asfaltada que conduce hacia Nueva Imperial, nos internamos en busca de la faja ferroviaria, la que desaparece en forma de caminos o huellas ocupados por los habitantes de aquellos lugares. Regresamos a la ruta asfaltada. Finalmente decido preguntar a una persona que cortaba leña cerca de su hogar. Resultó se un hombre mayor, que conocía toda la historia del lugar, incluída la de aquella época en que existía el tren hacia Carahue. Conversamos por espacio de unos 15 minutos, dándonos él las señas de la ubicación de aquella estación. Pedaleamos hasta allá e identificamos el sitio por las señas que habíamos recibido, dándonos cuenta que el lugar está poblado por una villa llamada justamente Villa Estación Boroa, siendo la faja ferroviaria su calle principal. Los únicos vestigios del ferrocarril son unos pocos ejemplares de rocas chancadas (el balasto) y las ruinas de los cimientos de la bodega de carga y de la estación, nada más. Tomo unas pocos fotos, descansamos y comenzamos nuestro regreso hacia Temuco.


El regreso hasta Temuco lo hacemos con gran precaución, ya que no hay berma y los vehículos de todo tipo pasan raudos a nuestro lado. Finalmente accedemos a Temuco, por la avenida Recabarren, y nos separamos. El hogar de Jaime está cerca de allì, mientras que yo debo continuar mi pedaleo hasta llegar a la Ruta 5 Sur y cruzar el puente carretero sobre el río Cautín. la piernas ya no tienen energías, pero logro llegar hasta casa: son las 6 PM. Reviso el tacómetro de mi bici: 62 kilómetros.

Al día siguiente me contacto por email con Soledad, informándole del éxito de mi investigación y del hallazgo, enviándole unas fotos de la travesía. Ella responde inmensamente alegre, anunciándome que escribiría también a aquella integrante de la familia mapuche que yo había contactado.
A la fecha de este post, Soledad ya ha establecido una relación de amistad a través de la mensajería electrónica conmigo y con la familia del lugar Tromen.

lunes, 11 de enero de 2010

Pasajes a Melipeuco y pedaleo a Conguillío

Hacen bastantes meses que teníamos en mente salir con Jaime al sector cordillerano de la zona en que residimos. Lamentablemente las vacaciones de ambos no coincidieron este año, por lo cual lo único que podíamos hacer era realizar un viaje relámpago de un fin de semana. Nos pusimos de acuerdo y el sábado 9 de enero ya estábamos antes de las 8 AM en el Terminal de Buses Rurales de Temuco. No nos querían subir las bicicletas, pese a que teníamos pasajes comprados hasta la localidad de Melipeuco. La excusa era que ya estaban los maleteros repletos, pero de tanto insistir y perseguir al auxiliar del bus, nos abrió un portamaletas en el que perfectamente cupieron las dos bicis, a las que desmontamos la rueda delantera y el sillín. Los auxiliares de los buses rurales se dan importancia excesiva y tramitan de más a pasajeros no frecuentes. El costo del pasaje fue de $ 1.500 por persona, más $ 2.000 por sobreequipaje (por cada bici).

La hora de salida del bus era a las 8 AM, pero íbamos saliendo lentamente del terminal recién a las 8:15. El viaje fue más largo de lo previsto, ya que el bus salió en varias oportunidades de la ruta asfaltada, para introducirse a caminos de ripio y dejar pasajeros en pequeños villorios o simplemente cerca de sus casas en pleno campo. Llegamos a Melipeuco a las 11:20 horas. Allí armamos nuestras bicis, compramos pan fresco y una botella de agua mineral, para luego comenzar nuestro pedaleo hacia el fin de la localidad y adentrarnos en el camino ripiado hacia el Parque Nacional Conguillío. Estábamos saliendo de la localidad cuando sonó la sirena del Cuerpo de Bomberos, que anunciaba las 12 del día.

Reparando un pinchazo rueda delantera

Unos dos kilómetros antes de llegar al letrero que anuncia la entrada al Parque Nacional, desde un costado de la ruta, un hombre nos ofrece disfrutar de un jugo natural de frambuesa o frutilla. Yo me detengo e invito a Jaime a refrescarse. El hombre (don Pedro) resultó ser un ex soldado conscripto del Regimiento Tucapel de Temuco (como Jaime y yo), quien entró a hacer su servicio militar cuando nosotros estábamos saliendo licenciados (año 1986). Fue un buen momento para recordar apodos de los suboficiales y oficiales de aquella época. Don Pedro nos sugirió que entráramos al Parque por el Sendero de Chile, no por el camino. Le hicimos caso y vimos el espectacular paisaje de la quebrada del río Truful Truful, con los vestigios de las inmumerables erupciones del volcán Llaima, de quizás cuántos milenios atrás. En un solitario mesón cubierto, especial para descansar y comer, nos preparamos unos potes de tallarines, que están listos en sólo 5 minutos. Fue bien reponedor.

Acceso al Parque Nacional Conguillío

Quebrada del río Truful-Truful

Mi firme y pesada bicicleta, con doble suspensión, más mi antigua mochila con armazón de aluminio, y el poco entrenamiento de estos últimos meses, conspiraron para que el viaje de una larga ascención al Parque fuera una larga tortura para mis piernas. Llegamos a las cercanías de la Laguna Verde aproximadamente a las 19:10 horas. Los dos amigos ciclistas lo único que querían era armar el campamento, por lo que tras recorrer una primera huella de vehículos motorizados y descubrir que no llegaba a ningún lado, nos internamos rumbo al Norte entre dunas de escoria volcánica. No llegábamos nunca a la ansiada Laguna Verde, por lo que decidimos quedarnos en un lugar protegido de la vista. Después de instalar la carpa y dejar amarradas las bicis, salimos en búsqueda de la famosa laguna. Para no perder el lugar en donde había quedado nuestro campamento, tomamos como referencia un gran ñirre (típico árbol cordillerano) que se alineaba justo con un pino y la carpa, en dirección SSE. Continuamos nuestra caminata por entre dunas de escoria y pequeñas quebradas dejadas por el curso de aguas que corren por el sector en tiempo de abundancia de lluvias o de deshielo, hasta que por fin avistamos la laguna, que es verdaderamente VERDE... Luego de recorrer el lugar y fotografiar, decidimos regresar. Estaba el crepúsculo en su esplendor y no pudimos hallar el famoso ñirre. Todo el paisaje se confundía en un solo color oscuro, hasta que Jaime divisa la carpa y descubre que en las cercanías hay agua que corre cristalina por encima de guijarros. Hasta la vistosa carpa se confundía con el paisaje, con la llegada de la penumbra... Fue un alivio ver nuestras pertenencias. Calentamos agua, nos preparamos una leche y disfrutamos de un par de sandwichs con dulce de membrillo. Pasadas las 10 PM ya estábamos dentro de nuestros sacos de dormir. Jaime no aguantó más de cinco minutos y comenzó a roncar, seña inequívoca de su dormir.

Feliz encuentro de nuestro campamento

La madrugada del día domingo fue fría, me puse un gorro de lana. Sentí a Jaime levantarse y salir de la carpa; yo seguí mi sueño reparador. Me levanté alrededor de las 9:45; Jaime lo había hecho como a las ocho. Salí de la carpa y mi amigo me sorprende tomándome una foto. Me aseo en la corriente de agua y disfruto de la frescura reponedora, que me despierta completamente.

Aseo matutino (nótese el color del brazo izquierdo)

No tomamos desayuno, si no que nos fuimos de exploración. El paisaje cordillerano allí es espectacular, especialmente por el volcán Llaima, al que no cubría nube alguna y brillaba con el Sol que alumbraba desde el Este.

El Llaima, por la mañana

Un pozón, extensión Sur de la Laguna Verde

Al regreso comimos un par de sandwichs de jurel y nos hidratamos con Zuko Go!. Desarmamos el campamento y partimos de aquel bello lugar a las 2 PM. Necesitábamos regresar a Melipeuco para poder viajar de regreso hasta Temuco esa misma tarde, pues Jaime debía trabajar el lunes. En la caseta del guardaparque nos despedimos de él y continuamos hasta el sitio en donde vive don Pedro. Pasamos a tomar otro jugo y nos ofreció un excelente mote con huesillos, que nos alimentó y refrescó. Realmente la hora, con el Sol en su esplendor, no era la mejor para andar en bicicleta, pero teníamos que hacerlo para alcanzar el bus.

Incio del regreso a Melipeuco

En la caseta del guardaparque

Llegamos al cruce con el camino que conduce a la fronteriza Icalma a las 16:15 horas, y a la entrada de Melipeuco diez minutos más tarde.

Llegando a Melipeuco

Con las indicaciones recibidas de parte de don Pedro buscamos el lugar desde donde salía el bus hacia Temuco. Lo ubicamos pero no había bus. Pregunté a unos niños, quienes me dieron otra dirección. En el lugar indicado había un bus, pero salía el día siguiente... Por otra calle pasa un bus de la empresa que nos transportó hasta allí el día anterior, Jaime lo persigue en bici, pero no llegó hasta el lugar desde el cual inicia su recorrido por el pueblo. Decidimos descansar a la sombra de los árboles de la plaza, frente a la Avenida Pedro Aguirre Cerda. A las 17:30 horas llega el bus hasta un paradero. Me acerco al auxiliar del bus y le digo que somos dos pasajeros que ne necesitamos llevar nuestras bicicletas. Me responde cortante que no tiene espacio para transportarlas, se sube al bus y éste inicia su marcha. Más allá Jaime lo hace parar, se detiene, se baja el auxiliar y abre el gran maletero trasero ¡completamente desocupado!... Le comento al auxiliar que él me había dicho que no había espacio, pero responde con silencio. Cargamos nuestras bicicletas y mochilas, subimos al bus y nos acomodamos en los asientos, el bus está casi vacío... Mala onda la de los auxiliares de los buses rurales, al menos de esa empresa que hace aquel servicio. Pagamos nuestros pasajes y el sobreequipaje. Llegamos a la comuna de Padre Las Casas a las 19:30 horas, nos despedimos frente a mi casa y Jaime prosiguió su regreso hasta su casa en el sector Santa Elena de Maipo. Desarmar mochila y otros menesteres propios del regreso al hogar ocuparon mi tiempo el resto de la tarde. ¡Misión cumplida!

domingo, 27 de diciembre de 2009

"Vías verdes"

Existe un proyecto, anunciado en la página Web de "Sendero de Chile", en la que explica que se busca crear una ciclovía en la antigua vía férrea que existió entre Lonquimay y Lebu, que unía la cordillera de la actual Región de la Araucanía con la costa de la Región del Bío Bío, una verdadera "vereda histórica" de esta zona del país. Hace mucho tiempo que este tipo de proyectos ya se han hecho efectivos en España. He visto en la Internet cómo el gobierno de distintas provincias españolas han utilizado las abandonadas vías férreas, que pasan por lugares muy bonitos, para hacer los que llaman las "Vías verdes", o sea, justamente, que en donde la vía férrea ya no existe la faja ferroviaria sea utilizada para el cicloturismo.



Disfrutar de una vía exclusiva para el cicloturismo, sin el peligro de tener que compartir la ruta con vehículos motorizados, sería una gran cosa en estos lugares no urbanos, en los que el ferrocarril pasa por lugares más bonitos que los que se ven desde una carretera.

Ojalá estos proyectos se lleven a efecto y tengamos unas hermosas "Vías verdes" en Chile, en las que los cicloturistas puedan empaparse de una porción de historia y cultura locales.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Acercamiento y cicloturismo

A veces me quedo dormido pensando en que me gustaría visitar tal o cual lugar, pero es demasiado lejos para ir en bicicleta y regresar en uno o dos días, y volver a la rutina del trabajo. Quizás sería bueno que existiera un medio que me transportara a mí y a mi bici y permitiera hacer un "acercamiento" a aquella zona, luego bajar mi bici y desde allí viajar al sitio que quiero visitar. Es muy posible que haya muchos cicloturistas, como yo, que desearían los mismo.

Me atrae, por ejemplo, el recorrer la faja ferroviaria que perteneció al ferrocarril del ramal Pua a Lonquimay, aquí en la precordillera de la Región de la Araucanía, en donde mi padre trabajó como maquinista de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, pero en el tren de la Fesub (de Victoria a Temuco, y viceversa) está prohibido subir bicicletas. El equipo del tren no está diseñado para transportar un vehículo personal de ese tamaño... Hay que llegar hasta las ciudades de Victoria o Lautaro y desde allí ir hasta Curacautín, para poder acceder a la que fue la vía férrea por la asfaltada ruta internacional. Si no hay alguien que te lleve la bici abordo de un vehículo motorizado, tienes que tener un par de semanas para hacer la travesía...

En Europa existe la posiblidad de transportar bicicletas en un vagón ferroviario especial para el efecto, aunque en España hay una batalla por lograr que la empresa ferroviaria, con el concurso del Gobierno, extienda ese servicio y no lo reduzca.



Ciclismo turístico: de bajo costo y limpio (ecológico) pero muy sacrificado si no hay cooperación del Estado y de los privados, quienes puedan proveer soporte a los cicloturistas y, de paso, tener un pequeño negocio relacionado con logística.

lunes, 16 de marzo de 2009

Licanco Chico, Metrenco y cerro Repocura

Manzanas "cabeza de niño"

Al fin llegó la esperada fecha de recolección de las manzanas "cabeza de niño", en el huerto de propiedad de doña Leudora Painén, en Licanco Chico. Hacían semanas tenía contactado a mi amigo Jaime con este fin, y la noche del reciente viernes 13 de marzo le llamé para recordarle del viaje. Nos encontramos a las 10:30 horas en el cruce de la Ruta Cinco Sur con el acceso a la ex Base Aérea Maquehue, punto de encuentro que ya se ha hecho habitual en nuestras salidas al Sur de la ciudad de Temuco. Tomamos la ahora asfaltada ruta alternativa por el interior de la Comunidad Licanco, hasta llegar al lugar en el que empalma con la calle lateral a la Ruta Cinco, en el sector Metrenco. Allí retrocedimos unas decenas de metros para trasladarnos al lado Oriente de la carretera, haciendo uso de la pasarela peatonal del lugar, para llegar unos cientos de metros más allá al sendero que cruza por debajo del viaducto que fotografié hace unos meses, en el cual conocí a la señora Leudora.

Después de anunciar nuestra llegada al lugar, con unos sonoros "¡Aló!", acompañados de los incesantes ladridos de varios perros, apareció la señora Painén. Venía del interior de su huerto, ya que se encontraba cosechando manzanas "limón". Le presenté a mi amigo Jaime, y, después de una conversación, y de la entrega de un obsequio a ella, nos adentró hacia el sitio en que se encontraba el árbol cargado de las grandes manzanas "cabeza de niño". Jaime se encaramó al manzano y desde la altura de sus ramas dejaba caer en mis manos las enormes frutas. Después de la recolección y de visitar otro sector del huerto con la señora Leudora, le pregunté a ella sobre sus ancestros y sobre quien era el cacique de la comunidad. Ella con orgullo señaló que su fallecido padre, don Nemesio Painén Calfumán, había sido cacique en el lugar; él había tenido dos esposas y once hijos. Doña Leudora recordó vivencias de su infancia, con su hermanos y hermanastros, como cuando ellos tenían la única "piscina" del lugar. Su padre limpiaba de maleza y de "pitranto" las orillas de la laguna que se formaba a los pies de su terreno ("Licanco: agua de la tierra"), y en sus limpias aguas se bañaban los niños.

La quinta de la señora Leudora

Como deseábamos continuar nuestro viaje en bicicleta, dejamos encargado nuestro cargamento de manzanas en la casa de la señora Leudora, el que recogeríamos al regreso de la excursión, a un lugar aún no determinado. Salimos hacia el Sur, con la intención de ingresar a la pequeña localidad de Metrenco, y recorrer alguno de los caminos que se adentran hacia el Este. Mientras avanzábamos hacia este primer destino, divisamos a nuestra izquierda un elevado promontorio rocoso en cuya cumbre se veían unas antenas de telecomunicaciones. Decidimos subir ese cerro y desde él tener una panorámica del valle. Entramos a Metrenco y tomamos el camino que un letrero indicaba a "Collahue" ("lugar de robles"), pensando que nos llevaría a las cercanías de aquel cerro. Luego de avanzar un par de kilómetros, salimos del camino ripiado e ingresamos por una senda que nos pareció que nos llevaría a la falda del promontorio, pero pronto se acabó y no había posibilidad de continuar por allí.

El "Repocura" desde el camino a Collahue

Regresamos al camino y continuamos pedaleando. Nos adentramos en un camino vecinal que llegaba hasta unas casas; al típico "¡Alóooo!" salió una señora que nos informó que por el camino a Collahue no hay acceso al cerro, que resultó llamarse "Repocura" ("camino de piedra", en mapudugún), y que para llegar hasta él debíamos ir... ¡a Metrenco!. Deshicimos el camino. Esta vez tomamos el camino que nace frente a la estación de ferrocarriles de Metrenco, el que nos llevó al sector "Chomío". A orillas del camino observamos el loteo "Santa Justa", con sus lindas casas. La polvorienta ruta nos acercaba más y más al cerro Repocura. Pasamos por el frente a una parroquia llamada "San Juan Bautista de Repocura" y a la escuela del lugar, ascendiendo una cuesta que nos "comió" las piernas. Allí el camino pasaba por detrás del cerro, por lo que decidimos regresar. Jaime bajó a toda velocidad y se adentró por un camino que pasaba por el lado de la escuela. Más adelante encontramos a un lugareño que no señaló en qué sitio estaba el camino de acceso al cerro. Con las señas indicadas encontramos el sitio y comenzamos la subida. Ya no pudimos seguir pedalando, por lo pronunciado del ángulo, y el ascenso fue lento hasta la cumbre.

Subiendo el Repocura

Observamos que el cerro fue dinamitado para lograr hacer un camino para vehículos de las empresas que contruyeron las antenas de telecomunicaciones, y al costado de este camino vimos una manisfestación de la formación del cerro, de quizás qué antigua época. Desde la cumbre vimos un espectáculo fantástico: el valle con sus inmuerables divisiones en pequeños predios, otro cerro al Norte del que habíamos subido; las cadenas montañosas al Norte y Oeste; en la lejanía la urbe de Temuco, con su cerro Ñielol y los aviones que venían a aterrizar y que despegaban del aeródromo de Maquehue, en Padre Las Casas; la "Cantera de Metrenco"; los volcanes Llaima y Villarrica, sin nieve; la Carretera Panamericana o Ruta Cinco Sur, etc.

Una vista hacia el Nor Noreste
Bajando el Repocura

Después de fotografiar el lugar y las hermosas vistas, de consumir una colación de galletas, leche y unas uvas, regresamos a la casa de la señora Leudora, recogimos el "cargamento" de manzanas, las repartimos entre dos mochilas y emprendimos un caluroso regreso a Temuco, con unos buenos kilos extras en nuestras espaldas.

Como acotó Jaime, otro cerro se añadió a nuestras conquistas. Ya habíamos subido el Lolol Mawida, y esta vez el Repocura; quizás qué otro destino nos espera en el futuro... la cordillera nos aguarda aún...

Jaime y yo bajando el cerro Repocura